viernes, 25 de febrero de 2011

El limbo


La soledad casi reina en este lugar. El vacio se está volviendo costumbre. Las pocas personas que no han podido escapar deambulan por los alrededores con caras de amargura y sufrimiento. El silencio es su refugio y sus gestos su escape. Esta haciendo mucho calor y el agua, cual instrumento de tortura, apenas llega en gotas de rocío. No hay dueño aquí, ni rey ni monarca, ni patrón ni esclavo, gozamos de una perversa y aburrida igualdad. No hay muertos ni vivos, sólo medios vivos o medios muertos, aún no se cual es la diferencia ¿Pero qué clase de juego absurdo es este? ¿Qué mente maquiavélica ha inventado tal mundo obsoleto? ¿Cómo es que llegue a este lugar? Apenas ayer me encontraba en una cena de negocios junto a mi querida esposa y ahora estoy aquí ¿Cómo pudo pasar esto?
-Hombre de valores volubles ¿cómo osas destruir mi concentración con tus alaridos? ¿Qué acaso no te conformas con saber que esto es tu nuevo destino? ¿A caso no era esto lo que deseabas? Paz mundial, igualdad, una vida sin conflictos. Por lo menos eso era lo que profesabas en cada uno de tus discursos.
- Sólo quiero saber ¿Cómo fue que llegué aquí?
- Lo único que tienes que saber es que, si estás aquí, es por culpa de tus palabras.
- ¿Mis palabras? ¿Cómo es posible que mis palabras tengan tanto poder? Sólo fueron palabras, en realidad no significan nada para mí.
-Eso no importa, tú las pronunciaste, de tu boca salieron y no puedes hacer nada al respecto. A nadie le interesa saber si lo que dices es lo que crees o lo que quieres. Lo que importa es que lo dijiste, y por eso es que estas aquí ¿Te quedó claro?
- Pero no quería…
-¿No querías qué? Debiste pensar dos veces antes de prometer algo que no querías cumplir. Ahora no te quejes y déjame disfrutar de mi propia miseria.
-No… Aún no me has dicho que lugar es este ¿cómo llegue aquí? ¿Acaso estoy muerto? Y si estoy muerto ¿esto es el infierno? ¿Pero si esto es el infierno por que casi no hay nadie?
-Que fastidio contigo. Confórmate con saber que aún no has muerto.
Un portal con una luz brillante se abrió frente a la mujer desconocida. Ella con un rostro de satisfacción dijo:
- Al fin, se ha decidido mi camino.
-¿De qué camino hablas? ¿Qué está pasando? ¿A dónde vas? Por lo menos dime ¿Cuál es tu nombre?
- Gracias por tu misericordia, Dios.
Ella empezó a caminar hacía el portal, como si no pudiera escucharme. Volví a gritarle.
-No me has dicho tu nombre.
-Gracia Luna.
No lo podía creer, era la hija de chungo Luna, un amigo de la infancia que me pidió ayuda con su hija que estaba en coma. Yo le dije que estaba muy ocupado con los asuntos de la nación como para ocuparme también de sus asuntos. ¿Pero qué clase de broma es está? ¿Es acaso un acto de venganza? Fue lo primero que pensé, hasta que caí en cuenta que tal vez era un sueño. Una terrible pesadilla producto de mi conciencia atormentada por no haber ayudado a mi amigo, pero no, esto definitivamente era real. De pronto el portal volvió a aparecer. Está vez venía por mí. Por más que quise resistirme, una luz muy brillante me hipnotizó y no pude evitar seguirla.
Entré y había tres caminos, uno rojo, un negro y un blanco. De pronto, mi hijo apreció en el camino rojo, con sus brazos extendidos me llamaba hacía él. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, mi esposa apareció en el camino blanco. Entonces un impulso me hizo ir hacía ella, estaba a punto de tomar su mano cuando mi madre apareció en el camino negro.
Me encontraba en una encrucijada. No sabía hacía donde ir ¿Qué camino tomar? ¿Cuál sería el correcto? Después de mi decisión no habría vuelta atrás. Era un hecho que no podía dejarlo a la suerte ni a lo que decía mi corazón. Tenía que usar mi racionalidad para poder tomar la mejor decisión. Pensé, si iba con mamá ella me protegería, era mi madre, todo estaría bien. Pero cuando todo esto ocurrió, estaba con María, mi esposa, si tomaba su mano volveríamos a estar juntos. Pero en el otro camino estaba mi hijo Carlos, tenía que protegerlo, él me necesitaba más que mamá y María. Así que fui hacía mi hijo, este me abrazó tan fuerte que me desvanecí en sus brazos.
Cuando desperté, estaba en la sala de cuidados intensivos de un hospital. Un hombre vestido con un esmoquin, muy parecido a mí, estaba a mi lado. Era Carlos, mi querido hijo. Había pasado tanto tiempo dormido en estado de coma, que mi hijo ya se había convertido en todo un hombre. Le pregunte a Carlos que había pasado con María, su madre. Parece ser que tuvimos un fatal accidente, que me tuvo en coma por 10 años y María, mi querido amor, había muerto. Cuando Carlos me conto lo sucedido, no pude evitar llorar como un niño. Después de unos minutos, recordé a mi madre y le pregunte a Carlos por ella. Él me dijo que había muerto de un ataque al corazón hacía dos años. Luego, dentro de mí sentí la necesidad de preguntar por Gracia, la hija de mi querido amigo. Carlos con una sonrisa picaresca me respondió:
-¿Gracia Luna?
-Sí ¿qué pasó con ella?
-En pocas horas, esa mujer maravillosa se convertirá en mi esposa.
Al escuchar las palabras de mi hijo, sentí que había perdido la mitad de mi vida deambulando en el silencio de aquel lugar. De pronto un oficial apreció en mi cuarto y me dijo:
-Lo siento señor, pero usted tienen una deuda pendiente con la justicia.
-¿Cómo es eso? ¿De qué me habla usted?
Mi hijo me dijo:
-Papá ¿Te acuerdas del negocio que firmaste antes del accidente? No te juzgo padre, ya otros se encargaron de hacerlo.
-¿Qué? Pero yo he cambiado, ya no soy el mismo.
- Eso no nos importa, señor. Usted cometió un delito y tiene que pagar por ello. Fueron las palabras del oficial. Jamás las olvidare, me hicieron reflexionar que aunque haya cambiado, no puedo borrar el pasado.
Mentí, Robé y traicioné la confianza que mi pueblo depósito en mí cuando me eligieron. Priorice mis intereses personales. Ahora lo entiendo, estuvo mal. Me arrepiento, pero por alguna razón a nadie le importa.
Mi hijo me explicó que la mitad de mí condena los había pasado en coma, así que el resto lo tendría que pasar en prisión. Después de todo lo que me había pasado, no sé que es peor, si estar en una prisión de concreto o en la prisión de mi alma.

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