Hoy hace un año aproximadamente empecé en la universidad la carrera de comunicación social.Recuerdo muy bien que mi maestro de redacción, Don Paquito, como cariñosamente le llamábamos, nos habló sobre la vocación. Para él la vocación era la pasión que cada uno lleva por dentro. Algunos llevamos pasión por escribir, otros por las matemáticas, pero al final de cuentas esa pasión que sentimos al hacer lo que más nos gusta es la vocación. Recuerdo que él decía: "la vocación se divide en cinco etapas, primero hay que buscarla, cuando ya la hayas encontrado viene la segunda etapa: hay que aceptarla, tercero: cultivarla, cuarto: defenderla y por último realizarla." Debo reconocer que sus palabras me hicieron descubrir mi verdadera vocación. Después de esa clase, me dedique a escribir, a repasar libros sobre técnicas de redacción y a hacer manuales de ortografía. No me fue fácil, yo tenía una pesima ortografía, pero por alguna razón Don Paquito siempre me animaba a seguir. Escribia sobre cualquier cosa, sobre hojas, mi perro, mis hermanos, mi madre, hasta escribi sobre mi gran amor y eterno compañero. He aquí, en honor a Don Paquito que desde el cielo nos mira, uno de los primero escritos que presente en la universidad:
Amor a primera vista
Era una mañana soleada, hacía mucho calor y la clase de redacción estaba a punto de empezar. Yo como de costumbre iba tarde. Pasé por la papelería a comprar un borrador cuando de repente lo vi a él. Era tan lindo que no pude evitar acercarme, lo observé con vehemencia, quise encontrarle un defecto pero no pude.
Su color era único, su aroma era exquisito, confieso que fue amor a primera vista. Era perfecto para mí. Así que, fui directo a donde estaba la cajera y le pregunte cuál era el nombre de aquel hermoso ejemplar. Ella me dijo: "le dicen Master" ¡oh Master! Era un nombre original. Un poco raro, pero era lógico como él no habían dos, en el fondo era igual que yo.
Creí que podríamos llevarnos muy bien, que podíamos ser los mejores amigos, o algo más que eso, cómplices. Juntos podríamos escribir la historia de amor más hermosa del mundo, o el cuento de terror más horroroso. Juntos podríamos criticar al sol y halagar a la luna. Pasaríamos noches completas sin dormir, sería el compañero perfecto.
No sabía cómo reaccionar así que le pregunte a la cajera:
-¿cuál es el precio?
Y ella me dijo:
-"Cuarenta centavos"
-¡Me lo llevo! Respondí y, desde ese día, mi lápiz y yo hemos sido los mejores amigos del mundo.
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