miércoles, 30 de marzo de 2011

Oscura tiniebla

Me encuentro frente a un paisaje casi idéntico al de la fotografía, el problema es que no tengo conciencia de cómo y cuándo llegue a este lugar, mucho menos sé en dónde me encuentro. Me siento completamente desorientada y confusa.

El clima esta realmente húmedo, además de muy frío... este se cala hasta mis huesos despiadadamente y me obliga a tiritar sin control, tampoco puedo saber que hora es pues me encuentro en penumbras, el cielo esta completamente cubierto por una densa tiniebla que apenas me permite ver un par de metros a mi alrededor.

Tengo que buscar algún lugar dónde refugiarme aún cuando es poco probable que alguien habite este lugar, pues a pesar que me encuentro frente a un puente; que la oscura tiniebla me hace creer que no tiene final, este luce viejo, quebradizo y muy frágil. Supongo que el puente me tiene que llevar a algún lugar y que tengo que atreverme a cruzarle aún cuando tengo una cruel corazonada que podría dañarse y dejarme caer al gélido río que me arrastraría quién sabe hasta donde, dejándome con aún menos posibilidades de sobrevivir.

Cuando por fin me atrevo a cruzarle... apenas he puesto un pie sobre las tablas del puente y estas crujen de una manera estremecedora pero debo ser valiente, el término valentía debo repetírmelo demasiadas veces para ver si eso me convence de hacer lo que creo que debería. Al dar el segundo paso un punzante dolor me obliga a detenerme e instintivamente buscar la causa del dolor en mi pie. La astilla que acaba de herirme no es lo que en realidad me alerta, sino que recién me doy cuenta que estoy descalza ¿qué tendría yo que estar haciendo en un tenebroso lugar como ese cubierto de oscura y fría niebla? ¿Por que no soy capaz de recordar que sucedió un momento antes de que tuviera conciencia de esto?

Poco a poco me voy dando cuenta que las cosas son cada vez más difíciles de comprender, pues cuando levanté mi pie para intentar quitarle la astilla, percibí un agudo dolor en la parte baja del vientre. El dolor se hace más agudo con solo tocar el vientre, involuntariamente pongo mis manos, pero en cuanto bajo la vista para ver que me sucede, me doy cuenta que el dolor se debe a que estoy sangrando. Si, sangrando...

Ya no soy capaz de controlarme, las ideas sobre lo que esta sucediendo se confunden con las incoherentes teorías sobre cómo me encuentro en estas condiciones, la neblina me oprime el pecho. El silencio, apenas roto por el murmullo del río, empieza a abrumarme y ha de enrarecer aún más el ambiente. Sin medir las consecuencias, decido cruzar el puente a toda velocidad esperando que en el mejor de los casos pueda encontrar a alguien que me atienda.

Por supuesto ya imaginaran que esta fue la peor decisión que pude tomar, tal y como me lo había dictado aquella cruel corazonada, el puente crujió con fuerza, cediendo a la presión repentina a la que lo sometí. Caí directamente al álgido río el cual en lugar de arrastrarme entre sus rápidas corrientes, me obligó a hundirme en una especie de remolino interno provocado por la posición de algunas piedras. Estoy luchando por salir del fondo, por tomar al menos una bocanada de oxígeno que ayude a mis debilitados músculos a luchar, la pelea contra corriente cada vez es más difícil por que el oxígeno rápido se quema en mis esfuerzos de supervivencia y aunque trato de impedirlo, no puedo evitar el instinto de abrir la boca en busca del inexistente aire en ese lugar donde me encuentro atrapada. Apenas estoy consciente, pero aún logro ver las ultimas burbujas de aire que se escapan de mis pulmones agotados. Después de eso solo hay completa oscuridad y una horrible sensación de caer al vacío.

¿Pero como puedo estar cayendo al vacío? ¿No se supone que debería estar muerta? ¿Será que pasaré consciente la penosa travesía hacía el más allá? Pero sí muchos describen el camino hacia la luz como algo que se encuentra en la altura ¿Dónde esta la luz? ¿Por qué sigo sintiendo que caigo? ¿Será que mi destino final es otro?

Acabo de golpearme la cabeza y la sensación de caída ha pasado ¿Qué encontraré al abrir los ojos? ¿Será que soy capaz de enfrentar mi nueva realidad? Como no hay otra manera de averiguarlo, abro despacio los ojos con la idea que puedo encontrarme en un mundo incomprensible del que seguramente no podré sacar una conclusión coherente... esperen... ¡este lugar no es el infierno! ¡este lugar es mi habitación! estoy en el suelo de mi habitación, todo ha sido un maldito sueño. Uno de esos que no había tenido en años, uno de esos que vuelven invisible la linea de diferencia entre la fantasía y la realidad. Quiero llorar de la rabia por el mal momento que me ha hecho pasar mi propia imaginación y al mismo tiempo llorar del alivio de saber que sigo viva y que todo eso fue tan solo una maldita pesadilla.

lunes, 28 de marzo de 2011

El Pianista

Desde hace tiempo he tenido el gusto de interesarme por la cultura teatral de algunas ciudades emblemas del mundo. Esta noche les contaré por qué. 

El Carnegie Hall de la ciudad de Nueva York es precisamente una de las salas de conciertos más hermosas que habría podido imaginar en sueños, no solo por su arquitectura y diseño, sino también porque ha sido espectador atento y silencioso, que ha tenido el gusto de apreciar a grandes músicos e intérpretes que han pasado por su escenario.

El día que tuve la oportunidad de conocerlo, la ciudad se encontraba bajo la influencia de un frío clima, creo que nevará pronto. Aún así las calles de la ciudad se encuentran tan atestadas de personas y carros como si estuviésemos en pleno verano. Pero pronto el cielo se oscurece y espero que me de tiempo de llegar al hotel donde me hospedo sin mojarme.

Para mi mala suerte, me encuentro en la Séptima Avenida, a unas dos manzanas de mi destino cuando una lluvia de granizo paraliza un poco el ritmo de la ciudad. Como no es seguro seguir caminando bajo esas condiciones, decidí refugiarme en este precioso lugar. Así medio empapada decidí entrar a buscar un poco de abrigo, además aprovecho el tiempo y conozco un poco la historia de esta hermosa construcción.

Cuando llegué a la puerta del Auditorio Isaac Stern, me di cuenta que este era realmente el más grande de los tres que componen el Hall. De igual manera el más bello, con su sala llena de butacas rojo oscuro, un techo surcado por luces formando círculos concéntricos y un bello escenario en donde debía dar gusto presentar alguna obra de teatro.

En el centro del escenario se encontraba el más bello piano de cola que yo había tenido la oportunidad de ver, negro y brillante aún cuando el lugar no se encontraba iluminado en todo su esplendor. Sentado estaba un caballero que practicaba con mucho afán, como si se estuviese preparando para el recital de su vida. He de suponer que su concentración era tan grande que ni se dio cuenta de mi presencia, a pesar de haberme sentado en la tercera o cuarta fila para poder apreciar aquella magistral interpretación.

Una de las últimas melodías me llamó mucho la atención, pero por más que me esforzaba no podía recordar en dónde la había escuchado antes, de lo único que era capaz de sentir eran aquellas notas que estremecían mi alma, en algún momento una lágrima de tristeza recorrió mi mejilla pues me sentía impotente ante la mala jugada que me estaba haciendo la memoria, quizás por eso y por el dramático final de aquella melodía, no fui capaz de reprimir los aplausos al finalizar aquella interpretación.

Aquel caballero claramente creyó que se encontraba solo, ya que se sobresaltó al notar la presencia de otra persona en el recinto. Con un marcado tono de ansiedad en su ronca voz preguntó al aire:
- ¿Quién está allí? ¿Quién le autorizó la entrada?
- Disculpe usted, no quise molestarlo, la puerta estaba abierta y yo estaba conociendo el lugar -respondí asustada por tan áspero comentario -Sus interpretaciones han sido hermosas, pase una linda tarde.
- Madame... disculpe mi falta de educación -su voz seguía sonando áspera, pero se notaba que estaba tratando de ser educado -Si usted gusta puede quedarse a escuchar.
-He de aceptar con gusto su invitación si disculpa mi intromisión, no he querido interrumpir vuestra interpretación.

Volvió a sentarse frente al piano y yo en la butaca en que me encontraba. Un par de melodías hicieron que mis lágrimas rodaran sin control, ya que muchas traían recuerdos de momentos importantes de mi vida demasiado extensos para mencionarlos en este momento. Una de mis interpretaciones favoritas, Tennesse de Hans Zimmer, me recordó una de las películas más conmovedoras que he visto, Pearl Harbor.

Aquella dramática melodía fue la última que interpretó antes de cerrar el piano y quedarse un momento sentado y en completo silencio. Sin saber muy bien que hacer, decidí levantarme y despedirme pues sentía que ya había interrumpido demasiado en aquel lugar.
- Esperé... aún me siento culpable por el mal momento que le hice sentir. ¿Sería usted tan amable de acompañarme a tomar un café?
Dudé por un momento antes de pensar que nada tenía que perder, así que acepté.
-Entonces ¿me podría hacer el favor de subir al escenario, me resulta más sencillo salir por la parte de atrás.

Así lo hice, luego me mostró la salida y cuando nos encontramos en la calle, me di cuenta que aquella tormenta había terminado hace buen rato, a pesar del cielo que aún se mostraba bastante sombrío. Caminamos hasta un Starbucks a unas dos cuadras de distancia.

Mi sorpresa fue ver salir al caballero con un bastón en la mano, en ningún momento había sospechado que no podía ver. Luego de desdoblar el bastón me explicó que no era ciego de nacimiento, sino que un cáncer le había ido quitando progresivamente la vista.
-Ahora aún logro distinguir sombras y he aprendido a reconocer con otros sentidos el lugar donde me encuentro, por eso no me has visto utilizando este molesto aparato en el teatro, he memorizado cada rincón.
- ¿Puedo preguntarte desde hace cuanto tiempo has debido aprender a lidiar con eso?
- Es una historia triste, hace unos ocho años perdí en un trágico accidente a mi esposa y a mi hijo de dos años. Tanto ha sido mi desconsuelo desde entonces que mi cuerpo ha reflejado ese dolor en un cáncer que poco a poco me nubla la vista.
- Entonces la música se vuelve una especie de refugio para enfrentar la realidad...
- Exactamente, pero me he vuelto demasiado temperamental, a veces no logro controlar mis cambios de humor, ya lo has apreciado hace rato...
- No fue mi intención interrumpirlo, solo me emocionó su interpretación, a pesar de no ser capaz de recordar el nombre de la melodía ni el lugar donde la he escuchado antes.
- No se donde has escuchado la melodía pero si puedo decirte que pertenece a Amadeus Mozart, Piano Concerto No.21

Como un golpe a la memoria recordé donde había escuchado aquella melodía. La interpretaba el profesor que tuvo la paciencia de enseñarme a tocar piano, el fue un pianista brillante, al igual que el que me acompañaba a tomar un reconfortante café en este momento. Es una lastima que yo no fuera la alumna más perseverante, pero hoy me arrepiento de no haber sido disciplinada, pues recuerdo que Don Manuel creía firmemente que yo podía brillar en grandes escenarios alrededor del mundo. Es un recuerdo agridulce para la memoria.

Desde entonces asisto regularmente a las presentaciones y conciertos en aquel mágico lugar aún después de la muerte de mi recordado amigo el pianista. Y aún trato de saber que fue de mi profesor de infancia, Don Manuel... aunque creo que es una ilusión difícil de cumplir, no pierdo las esperanzas.

jueves, 24 de marzo de 2011

Momentos de sencilla felicidad

Sentada aquí frente a mi computadora, converso con alguien que a pesar de la distancia física que nos separa esta noche, me doy cuenta de la semejanza de puntos de vista en cuanto a la búsqueda de felicidad en la vida se refiere. Platicando acerca del tema, se me vino a la mente uno de esos momentos, el cuál describiré a continuación.

Si he de ser sincera, nunca me han gustado los grandes aguaceros propios de ciertas épocas del año, en especial si no quiero mojarme, aún así, me alegra pensar en que entre más copiosa es la lluvia, más bello será el arco iris después de que esta cese. 

Esa mañana había amanecido lloviendo con bastante fuerza, recuerdo que en la agitación de llegar a tiempo a mi clase de las 6.30 a.m. detesté tener que ir sorteando charco tras charco no solo para evitar mojarme, sino también  por el peligro de caer en algún  agujero del sistema que registra el paso del agua potable hacia las viviendas de esa calle, muchos de los cuales se encuentran sin la debida tapadera. Me resultaba bastante molesto y creí que hasta podría llegar tarde a mi destino si no me daba prisa. Poco tiempo después, las nubes dieron paso a un hermoso y limpio cielo celeste surcado por los radiantes rayos de sol.
Cuando venía caminando de regreso a casa, los charcos habían desaparecido casi por completo y de hecho hasta soplaba una agradable brisa, de esas que han de agradar como compañía por que silban cuando pasan junto a ti. Caminaba junto al parque y mientras me aproximaba a uno de esos agujeros antes mencionados, una pequeña paloma aterrizó de lo que imagino que había sido un vuelo exhausto en contra del viento y se acercó despacio hacia el agujero aún inundado de la lluvia de unas horas antes. Me dio compasión aquel pequeño animalito y creí que era mejor no asustarlo así que disminuí la velocidad de mis pasos, cual fue mi sorpresa al ver que aquel hoyo inundado que había maldecido un par de horas antes por que representaba un posible daño para mí, ahora servía como oasis al pajarito, el cual luego de un par de sorbos, decidió utilizarlo como un "jacuzzi" a su medida y tomar un refrescante baño sin importarle absolutamente nada del mundo a su alrededor.

Vivo en una zona donde abunda fauna poco común y muchas veces tengo oportunidad de encontrarme con un par de alegres ardillas que juegan y corren sobre el alambrado público o alrededor de los arboles. Casualmente ese día también tuve la oportunidad de encontrarme con una... tengo la sensación de que este otro animalito también percibió lo mismo que yo sobre el pájaro, por que estoy segura que en medio de sus juegos y carreras, se detuvo una fracción de segundos a observar el momento de calma del pajarito, antes de seguir en "su mundo"

Moraleja de ese día: La naturaleza es sencillamente tan perfecta que me dio ese momento para reflexionar acerca de lo que tal vez para mí no es importante, e incluso es molesto, es fuente de vida y satisfacción para otros seres vivos. También me di cuenta que lo que hizo feliz al pajarito en ese momento fue el agua, no las condiciones ni la presentación del objeto que la contenía... no importan los adornos y lujos de esta vida, si no somos capaces de encontrar la esencia de los elementos más simples que nos harán ser más felices.

martes, 22 de marzo de 2011

Atardecer en Granada

Hace un par de meses, me encontraba cansada de la rutina de mi vida, de los problemas cotidianos que últimamente me dejaban un sabor cada vez más amargo que de costumbre. Me sentía prisionera de mi propia vida y por primera vez contemplé la imperante necesidad de huir de mi vida diaria.

Casi sin pensar decidí que debía irme de viaje, pero era importante que mi única compañía fuese mi soledad, no soportaría sentir ninguna atadura como las que me asfixiaban cada día, por lo tanto no había espacio para otro tipo de compañeros. Arreglé mis cosas lo mejor que pude, tratando de convencerme que todo caminaría bien durante mi ausencia. Así que cuando sentí suficiente confianza como para no preocuparme, tomé una mochila y deposité las cosas esenciales para unos diez días; tenía que ser realista, no podría dejar mis responsabilidades por mucho tiempo sin preocuparme. Eso sí, en la mesa de noche de mi habitación quedaron mis teléfonos, mi laptop, mi iPod y todo objeto que pudiera estropear mi escapada de la realidad.

Salí de casa, tomé un taxi y le pedí que me llevara a la terminal de autobuses. Al llegar allí, un vivaz muchacho vociferaba algunos de los posibles destinos. Aún no puedo asegurar porque me llamó la atención subir a un bus que partía hacia Nicaragua, pero decidí que salir de las fronteras del país, era exactamente lo que yo buscaba, romper con mis propios paradigmas.

Subí a aquel lustroso autobús celeste y me acomodé en una línea vacía de asientos. Me senté junto a la ventana y coloqué mi mochila en el otro, como si en realidad estuviese esperando a alguien más. Con un poco de suerte, el autobús partió sin esperar a que todos sus asientos fuesen ocupados.

El viaje fue largo y sin más escalas que las necesarias en cada frontera, creo que al final fueron un poco más de ocho horas, aunque no podría estar segura por dos motivos importantes: El primero, dormí durante mucho tiempo y segundo, recordé que mi reloj había quedado en mi mesa de noche, olvidado sin intención.

El destino final era una hermosa ciudad colonial, Granada. No podía estar más feliz con mi decisión, ya que tendría tiempo para hacer turismo cultural. Cuando llegué calculo que eran alrededor de las cuatro de la tarde; al bajar del autobús tomé un carruaje tirado por dos caballos de color café oscuro. Pedí al conductor que me mostrara algunos hostales de la ciudad que estuvieran cerca de los lugares turísticos más importantes.

Me mostró dos, pero uno de ellos me dejó encantada. Se llamaba hostal Oasis, y según entendí, nos encontrábamos a unas cuadras del Parque Central. Pagué al cochero y entré a registrarme. Apenas me instalé en la habitación decidí tomar mi cámara, mi cuaderno y mi lápiz pues quería dar una vuelta por los alrededores antes del atardecer. Pregunté en recepción la manera de llegar a algunos lugares de los que había escuchado o leído en algún momento de mi vida. Con mucha amabilidad me explicaron y luego me desearon un placentero viaje, recordándome que a partir de las siete yo podía  tomar mi cena, sonreí y me despedí.

Caminé apenas un par de minutos maravillada por la belleza del empedrado, de las lámparas, de la colorida arquitectura, la plaza de la Independencia cuando llegué a la catedral de la ciudad. Fotografié la fachada y entré. Di las gracias por un buen viaje y me detuve a observar los detalles arquitectónicos. Minutos más tarde salí y caminé de regreso a la plaza.


Caminé y tomé un par de fotografías a un grupo de niños jugando y riendo alegremente, a una pareja de amorosos ancianos sentados en una banca mientras observaban el atardecer y esperaban las estrellas, a un perro de pelaje completamente blanco que dormía plácidamente en forma de ovillo. Llamó mi atención un grupo de bohemios que vendían suvenires, me detuve a observar sin mayor interés hasta que un collar llamó mi atención, el dije era una piedra ámbar con un hermoso tallado; uno de los vendedores se dio cuenta de mi interés por el objeto. Lo tomó y me lo mostró a contraluz, allí me di cuenta que en el interior de aquella piedra había quedado fosilizada una hormiga que cargaba un pequeño objeto, una piedra quizás.
         -Este dije simboliza la fuerza del espíritu
         -¿En qué forma?
         -La hormiga es la única capaz de levantar objetos mucho más pesados que ella y transportarlos por grandes distancias solo para tener la certeza que durante el invierno de su vida, tendrá calidez a su alrededor y la posibilidad de sobrevivir.

Compré el collar y regresé al hostal, pedí mi cena, una copa de vino, un pedazo de un dulce pastel de chocolate y aún estoy aquí sentada junto a la piscina, escribiendo esta historia y esperando a ver que tiene preparado para mí el día de mañana…

viernes, 18 de marzo de 2011

Se fue...

Mi corazón esta herido,
tus palabras laceraron mi pensamientos,
tus ojos me penetraron el alma
y tus lágrimas inundaron mi razón.

Ahora estoy cubierta por tu frialdad.
Los escombros de un sentimiento no correspondido,
quiebran mis sueños en millones de cristales filosos
que tus manos de cielo,
jamás podrán volver a tocar.

Te he buscado en mi silencio,
pero por algún motivo tu melodía se ha apagado.
He intentado encender tu pasión
pero mi fuego no ha sido suficiente.

El príncipe de ayer no está
Y la bruja de hoy no desea encontrarlo.
Sus pócimas están perdidas,
no hay más conjuros en su libro,
sólo le queda un sinsabor en sus labios.
Después de haber probado la miel del desamor,
se dio cuenta que todo el encanto,
quedó en el pasado.

jueves, 10 de marzo de 2011

Amor a primera vista...

Hoy hace un año aproximadamente empecé en la universidad la carrera de comunicación social.Recuerdo muy bien que mi maestro de redacción, Don Paquito, como cariñosamente le llamábamos, nos habló sobre la vocación. Para él la vocación era la pasión que cada uno lleva por dentro. Algunos llevamos pasión por escribir, otros por las matemáticas, pero al final de cuentas esa pasión que sentimos al hacer lo que más nos gusta es la vocación. Recuerdo que él decía: "la vocación se divide en cinco etapas, primero hay que buscarla, cuando ya la hayas encontrado viene la segunda etapa: hay que aceptarla, tercero: cultivarla, cuarto: defenderla y por último realizarla." Debo reconocer que sus palabras me hicieron descubrir mi verdadera vocación. Después de esa clase, me dedique a escribir, a repasar libros sobre técnicas de redacción y a hacer manuales de ortografía. No me fue fácil, yo tenía una pesima ortografía, pero por alguna razón Don Paquito siempre me animaba a seguir. Escribia sobre cualquier cosa, sobre hojas, mi perro, mis hermanos, mi madre, hasta escribi sobre mi gran amor y eterno compañero. He aquí, en honor a Don Paquito que desde el cielo nos mira, uno de los primero escritos que presente en la universidad:

Amor a primera vista

Era una mañana soleada, hacía mucho calor y la clase de redacción estaba a punto de empezar. Yo como de costumbre iba tarde. Pasé por la papelería a comprar un borrador cuando de repente lo vi a él. Era tan lindo que no pude evitar acercarme, lo observé con vehemencia, quise encontrarle un defecto pero no pude.

Su color era único, su aroma era exquisito, confieso que fue amor a primera vista. Era perfecto para mí. Así que, fui directo a donde estaba la cajera y le pregunte cuál era el nombre de aquel hermoso ejemplar. Ella me dijo: "le dicen Master" ¡oh Master! Era un nombre original. Un poco raro, pero era lógico como él no habían dos, en el fondo era igual que yo.

Creí que podríamos llevarnos muy bien, que podíamos ser los mejores amigos, o algo más que eso, cómplices. Juntos podríamos escribir la historia de amor más hermosa del mundo, o el cuento de terror más horroroso. Juntos podríamos criticar al sol y halagar a la luna. Pasaríamos noches completas sin dormir, sería el compañero perfecto.

No sabía cómo reaccionar así que le pregunte a la cajera:
-¿cuál es el precio?
Y ella me dijo:
-"Cuarenta centavos"
-¡Me lo llevo! Respondí y, desde ese día, mi lápiz y yo hemos sido los mejores amigos del mundo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Equilibrio

Me encuentro reflexionando acerca del equilibrio, un término que a mi parecer tiene un uso muy popular, pero a veces pocas personas realmente comprenden su significado.

Según la Real Academia Española, el equilibrio es: "Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente".

Leyendo algunas opiniones filosóficas, encontré una analogía digna de reflexión. En ella se compara el equilibrio con una esfera. Geométricamente una esfera es una construcción tridimensional donde cada punto límite posee la misma distancia hacia el centro de la misma. El equilibrio se rige por un principio similar, tanto las fuerzas exteriores como interiores que influyen en la forma de la esfera se anulan a sí mismas para concretar su perfección.

¡Eso es! la esfera es perfección de formas, así como el equilibrio es la utópica perfección de muchos fenómenos que rodean nuestro diario vivir. Desde el fenómeno más sencillo como el ciclo del agua hasta la explicación del perfecto funcionamiento del universo.

El equilibrio para los seres humanos debería formularse de una forma bastante parecida. Si suponemos que para mí, para ti o para cada persona, el centro de nuestras vidas somos nosotros mismos, deberíamos trabajar para que cada punto importante de ésta se encuentre en equilibrio, es decir, velar por el mantenimiento organizado del tiempo y energía que dedicamos a aspectos importantes como la familia, el trabajo, la salud, etcétera.

Mantener la vida en equilibrio es un proceso complejo. Algo que siempre me he preguntado es ¿Qué forma utiliza cada persona para regresar a su estado natural de equilibrio? Porque en nuestra condición humana, perdemos el equilibrio de diferentes formas a lo largo de nuestra vida.

Observando a las personas, tengo conocimiento de varias de estas formas. Claro que lo que funciona para algunos, puede surtir el efecto opuesto en otros. Pero tengo claro que cada persona busca la forma particular de como mantener su vida en equilibrio y que hacer cuando este se pierde. De hecho, algunas me han llamado la atención. Una de las más comunes es el hecho de alejarse del ruido y tratar de controlar la respiración con la intención de oxigenar la misma sangre. Otras personas encuentran su equilibrio en el agua, estar rodeados de este vital elemento les permite encontrar su centro. Hay personas como yo, que nuestro refugio es la música, la cual es un saludable remedio sin importar si se tratan solo de algunos acordes de guitarra, notas interpretadas por un piano o si se trata de música a altos decibelios que permita sacar las energías innecesarias del cuerpo.
De igual forma otras personas buscan esta "ayuda" en otros métodos tal vez menos recomendables, como el alcohol y las drogas. La única diferencia es que a través de estas formas, la persona misma se obliga a mantenerse al margen del mundo, lo cual no es una verdadera forma de encontrar el equilibrio, por el contrario, es solo una forma de huir de los problemas y perder su centro.

y ustedes ¿de qué forma encuentran su equilibrio personal? les invito a reflexionar sobre este, no sea que al final solo estén alejándose de lo que en realidad es importante.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Héroe


El sol estaba por irse otra vez, la tía luna no tardaba en llegar y yo como de costumbre estaba descansando cómodamente en un árbol. De pronto un ruido extraño capto mi atención. Un animal raro al que mis hermanos llaman humano, estaba conversando muy acaloradamente con un aparato pequeño al cual he escuchado que le dicen blaka cherry. Cuando, sin mayor motivo, gotas de lluvia empezaron a salir de sus negros ojitos. Me preocupe mucho. Si seguía así, probablemente en menos de lo que canta un gallo estaríamos empapados hasta la coronia. Me acerque más para escuchar que tanto le decía al aparato y cómo podría hacer para salvar a la tierra de un buen temporal. Fue algo extraño. El humano le decía al aparato lo siguiente:
- Te amo… no me dejes… ¿Por qué te vas?… no te vayas… la ultima vez ni siquiera una llamada… no, no, ¿Por qué sos así?… No estoy loca… no me dejes.
Yo simplemente no entendía nada. ¿Cómo que el aparato se iba? ¿Para donde? ¿Por qué se iba? Y ¿por qué no le contestaba? De pronto el humano se dio cuenta que lo estaba espiando, dejó de hablarle al blaka cherry y fijo su atención en mi. Después de observarme por unos segundos, continúo hablado con el blaka cherry. Pude escuchar perfectamente cuando el humano le decía al aparato que un pájaro muy hermoso estaba frente a él. En ese momento me sentí apenado. ¿Yo hermoso? ¿Un pájaro hermoso? Luego saco otro aparato de su bolsa, me apunto con él y…un squash por allá y una luz blanca y brillante por acá me dejo ciego por unos minutos. Cuando volví a ver otra vez. En los ojitos negros del humano ya no estaba lloviendo. ¡Qué bien! Yo un torogoz, salvadoreño por nacimiento, acababa de salvar al mundo de un diluvio, soy todo un héroe.