Empecé a caminar entre aquellos laberínticos pasillos de piedra bañados de una curtida luz proveniente de varias antorchas colocadas en cada pilar de tan austera construcción. Allí aún no habían candelabros más elegantes, pero eso no importaba mucho.
Al llegar al salón de los escudos de plata observé como la corte en pleno se encontraba ya reunida para la velada y esperaban impacientes mi llegada. Bajé cada escalón despacio para evitar problemas con mi vestido verde oscuro, sin dejar de observar a los presentes. En cuanto subí al estrado y me senté, los instrumentos sonaron una pequeña introducción, todos me vieron, hicieron la respectiva reverencia y empezaron a bailar lentamente al ritmo de la melodía de violines y otros instrumentos.
La mayoría de parejas eran de jóvenes que tendrían la misma edad a la cual estaba llegando ese día, tal ves un poco más, tal ves menos. La mayoría de las damas presentes vestían ostentosos vestidos de terciopelo o de brocado, a pesar de la carga que debía suponer para ellas parecía que bailaban casi flotando sobre aquel alfombrado azul intenso con bordados especiales para la ocasión. Los caballeros que también vestían sus mejores trajes y portaban medallas y otras distinciones, eran el complemento ideal para la perfección en el baile junto a sus compañeras.
Me encontraba placenteramente distraída con aquel cuadro vivo viendo como todos bailaban con auténtico talento cuando, en un momento que parecía casi calculado todas las parejas se quedaron quietas, petrificadas como estatuas de mármol viéndose cada quién entre sí como si el tiempo hubiera dejado de funcionar.
Fue entonces cuando lo vi llegar. Aún no se había acercado lo suficiente pero había algo en aquel caballero vestido de negro y con una banda de honor de color rojo colocada sobre su pecho. Los presentes no habían prestado la suficiente atención como para notar su presencia mientras continuaban bailando y ahora si, el tiempo había congelado ese momento en que él y yo nos observábamos, donde mis ojos castaños habían quedado prendados de sus inquebrantables y misteriosos ojos negros. Nadie lo notó hasta que me puse de pie.
Bajé del estrado sin perder de vista sus ojos, mi mente y mi corazón querían comprobar que aquello no fuera una ilusión, un reflejo de un ideal creado con la ayuda de las miles de novelas que ya había leído a lo largo de mi vida, no pude evitar sentir ese temor. Al acercarme sentí una enorme alegría; en efecto, él era tan real como yo... como todos los presentes que se encontraban formando un círculo alrededor de nosotros expectantes a lo que podría venir a continuación. Supongo que lo último que esperaban era ver a un extraño -creo que para ellos, también lo era, realmente nadie parecía conocerlo- entrar en una fiesta de este tipo y mucho menos verme a mí prestando atención a aquel suceso.
Cuando estuvimos ambos en el centro del salón, más o menos a metro y medio de distancia el uno del otro, él hizo una reverencia que dudé un poco en contestar, lo hice y di un paso hacia mi derecha sin dejar de verlo, él instintivamente hizo lo mismo y como si previamente lo hubiésemos ensayado, comenzamos a bailar. Comprendí la sensación de libertad de la que hablaba antes: Mi vestido verde era de brocados y otras telas gruesas, pero al momento de bailar, dejas de pensar en todas esas cosas superficiales y te entregas de lleno, es entonces cuando puedes comprender la sensación de volar.
Dimos así una vuelta hasta quedar uno a la par del otro, él estiró su mano izquierda hacia el frente esperando a que yo la tomara, dimos un par de pasos antes de sentir la imperiosa necesidad de dejarme llevar de una vez por mis impulsos y el compás que marcaban los instrumentos y por fin dejé que mi mano derecha quedara sobre la suya. Pero al contacto con aquel misterioso caballero mi corazón se aceleró, le solté y giré hacia el otro lado sin dejar de bailar, él me imitó tal cual espejo, nos vimos de nuevo de frente y cuando caminamos como dispuestos a acercarnos, desvié mi camino hacia un lado suyo y dimos una vuelta juntos antes de continuarla cada quién por su lado y finalmente regresar sobre mis talones para volverlo a encontrar frente a mí.
Dimos otra vuelta sin tocarnos, aún así, las miradas tenían un poder magnético indescriptible que no nos permitía ni acercarnos más ni alejarnos en un primer momento, pero cuando le vi sonreír y guiñarme un ojo, perdí el control sobre mi conciencia. Sentí algo así como energía en el espacio que nos separaba, sentí ganas de seguir bailando, curiosidad de saber quién era él, pues a pesar de ser yo muy distraída, estoy segura que no le había visto antes.
Estiré mis manos y cuando el las tomó, sentí como una ola de fuego se colaba desde mis manos y recorría a gran velocidad todo mi cuerpo y entonces sentí pasión. Dimos una vuelta más tomados aún de las manos, pero entonces ya no pude dejar de verlo le solté y caminé hacia atrás, alejándome un poco pero sin darme la vuelta.
El se acercó lentamente y volvió sostener mis manos como un caballero que no esta dispuesto a continuar solo sin la compañía de su dama, pero tan solo un momento después, soltó una mano para hacerme girar con vehemencia y mientras aún estábamos aferrados el uno al otro y con los brazos extendidos, giré hacia el lado contrario de nuevo y lo solté, seguimos bailando un rato más, de nuevo casi sin tocarnos y con las emociones a flor de piel, en ese momento ya ni atención prestaba al resto de humanos que se encontraban a mi alrededor, todo parecía como si desde el principio hubiésemos estado allí sólo nosotros dos, volví a tomar sus manos, era como si una fuerza invisible me empujara hacia él.
No me pregunten como, pero existía una tensión casi palpable entre nosotros pero que al mismo tiempo nos envolvía en una especie de burbuja protectora a la que nadie más de los presentes podría acceder.
Me costaba pensar con claridad, solo recuerdo que pensaba en seguir el ritmo de la música, sin desesperarme cuando esta aceleraba o se volvía tan lenta como el tiempo que caminaba a una velocidad totalmente diferente, como si nos estuviera regalando este momento especial, eso me hacía sentirme aún más feliz.
Para cuando la melodía terminó, abruptamente nos detuvimos el uno frente al otro realmente muy cerca, sintiendo muchas emociones que en este momento no puedo describir. El sonrió apenas un poco, dio un paso atrás e hizo la respectiva reverencia.
Veo de nuevo esos ojos brillantes, mil cosas pasan por mi mente, aún no sé quién es él y de dónde viene, pero esto no se quedará así... Ya lo verán.